El emparedado del santuario de Ntra. Sra. de Sancho Abarca

por | Nov 28, 2019 | Humanidades

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Situamos al lector según el relato de MARIANO TERRAZ MONTOLAR en los años de la guerra civil, una tarde de verano, en el santuario de Ntra. Sra. la Virgen de Sancho Abarca,

Comic. El emparedado del santuario de Ntra. Sra. de Sancho Abarca_001

El contexto

Desde el principio unos de los objetivo de esta Asociación ha sido recopilar pasajes de nuestra historia que se han ido transmitiendo por tradición oral de generación en generación.

De hecho, este tipo de relatos adquiere un valor especial en unos tiempos en los que incluso la palabra escrita es amenazada por las modernas técnicas audiovisuales.

En este artículo tenemos especial interés en darlo a conocer un episodio curioso recogido de una de las pocas personas que lo presenciaron y que todavía viven, así que podemos conocer de primera mano como ocurrió, aunque la corta edad de nuestro narrador en el momento de los hechos haga que solo salgan a la luz algunos retazos de la historia, sin poder concretar más.

Más aún, de acuerdo con el relato del informante, el propio párroco mosén Miguel Chacorrén, presente en el momento del descubrimiento, conminó de manera enérgica a las personas que lo presenciaron a que guardasen silencio y la máxima discreción para que no se supiese, dejando sin opciones a una investigación más en profundidad que determinase en que fechas se pudiese haber llevado a cabo el emparedamiento.

Téngase en cuenta que, en principio, la localización temporal de éste puede ir desde los bandoleros que recorrían La Bardena en cualquier momento desde la fundación del santuario en el siglo XVII, las partidas en la guerra de Sucesión a principio del XVIII, e incluso durante la guerra de la Independencia ya que está documentado que fue lugar de reunión de regidores navarros y aragoneses  durante la toma de Tudela, Mallen y de la propia villa de Tauste.

Incluso quien sabe  si los años anteriores a la guerra civil española con revueltas, disturbios y desmanes de todo tipo pudieron propiciar este acto luctuoso. También desconocemos si los restos que aparecieron pertenecían a una mujer o a un hombre, privados como estamos de una inspección ocular detallada o del relato de algún testigo adulto que hubiese podido determinar por el tipo de vestimenta, objeto o cualquier otro indicio la procedencia y la naturaleza de los restos.

Situamos pues al lector según el relato de MARIANO TERRAZ en los años de la guerra civil, una tarde de verano, en el santuario de Ntra. Sra. la Virgen de Sancho Abarca, donde además del santero Sancho “el Currillo” y su mujer Basilisa, algunas otras personas, especialmente mujeres con niños pequeños, tomaban “los aires” por prescripción médica y como remedio contra la tuberculosis, de especial incidencia en aquellos años.

Recogimos pues el testimonio oral de Mariano Terraz intentando recuperar cada detalle de sus recuerdos por mínimo que fuera para que quedase bien documentado y le pedimos que escribiese para este boletín, a lo que gustosamente accedió, el recuerdo de lo sucedido y la visión de un niño de 7 u 8 años de aquellos tiempos difíciles y convulsos. Este es su relato.

El recuerdo de ser niño

Mariano Terraz

Muchos acontecimientos por las calles del pueblo que yo no entendía pero me divertían, montones de cacharros en las puertas de algunas casas, muchas personas gritando e insultando las sacaban, yo entraba y subía viendo escenas muy tristes. Más mujeres por las calles llorando porque otras les amenazaban y perseguían gritando fuertemente “rojas y comunistas”.

Muchos libros por la esquina Berroy tirados por la calle. Cuando sonaba la sirena todos al refugio, el mío era el de las Almenas , en la casa de mi amigo Enrique.

Muchos militares; los alemanes nos daban cajas de carabelas, las de los italianos tenían camellos, había muchos que nos daban chuscos y chocolate. Entre muchos militares se armó en la plaza un fuerte follón bien organizado; yo pasé mucho miedo pero aguanté.

En el campo de aviación mucho movimiento, la escuadra de García Morato con cazas y pavas y más tarde los alemanes con su “Columna Cóndor” y sus grandes trimotores que salían y venían a distinta hora de noche y día creaban miedo y confusión.

Muchos entierros solemnes; muchas hachas, tres curas revestidos con capa y bonete y canta que te cantarás, toque a medio bando como los entierros de primera, cornetas, tambores y mucha gente.

Un día en las escuelas D. Daniel correa en mano aprecisaba para sacarnos a las eras más próximas, junto a las escuelas para que nos colocáramos cuerpo a tierra, por el cielo se oían aviones. En el pasillo de la escuela había un piano, D. Manolo joven y pincho acompañaba a los alumnos de 6º grado que cantaban “a la jota jota de la caña verde todo el que no juega ni gana ni pierde” otra “Pasa el río por tu puerta / y no me das de beber, / teniendo el agua tan cerca / me dejas morir de sed”  .Yo pasaba envidia.

Las escuelas las ocuparon algún tiempo los alemanes, teníamos las clases en una casa de la calle Zaragoza; cuartelillo de Falange junto al Casino.

Para ser monaguillo teníamos que saber latín. Hice buenas migas con mujeres rezadoras y con muchas chicas que jugábamos a tío cataví, a mi niña le gustan los chavos, la tarara, la chata la mandunguera y en el caravan a otros juegos improvisados que no tenían título.

Mosén Pedro Martínez Tello vino de Párroco a sustituir a D. Manuel Jaime que marchó a la Magdalena. Mosén Pedro hizo muchas cosas, entre otras, pintó la Iglesia, hizo inventario, colocó un vía crucis nuevo y mucha limpieza.

Había 5 curas, D. Pedro, D. Mariano, D.Miguel, D. Pascual y D. Antonio. Mosén Pedro me conocía y me quería, me enseñó a pensar y aprender. Los monaguillos teníamos algunas ventajas, éramos Mombiela, Alfonso, Casanova, Pascual, Cardona, Ansó, Félix y yo. En las bodas, bautizos y alguna Misa fuera de la Parroquia teníamos propina, la perrica y la perragorda, la del agujero no llegaba nunca.

Tiempos difíciles. Muchos pobres pidiendo por las calles, personas mayores recogiendo colillas, la cartilla de racionamiento, los niños sin juguetes ni turrón, mucho miedo a las enfermedades, muchas folías (con aquel toque tan bonito de cajirulí, cajiruli, tan difícil de tocar), para que el entierro se celebrara teníamos que asistir algunas veces los monaguillos para llevar la caja. En lo alto de la torre, en una caseta de madera, 2 personas a relevo hacían guardia noche y día, por la noche yo acompañaba a los familiares que les subían la cena, lo hacía muy a gusto.

Por estas y otras muchas cosas se vivía en Tauste con necesidades, pobreza y enfermedades. Entre ellas el terror a la tuberculosis. Los médicos vivían con preocupación ésta situación, y recomendaban que para prevenir y curar el Santuario tenía éstas propiedades.

Sin recordar y sin saber nos encontramos en el Santuario los tres toritos, la prima Sancho Abarca y la abuela de los cuatro Angela Usán Barbastro. Sancho Abarca Borobia Montolar nació en el Santuario y fue bautizada por Mosen Pascual. Su padre Tomás Borobia falleció de tuberculosis.

En la última casa hacia el monte nos tocó compartir la casa mi querida abuela y los cuatro nietos felices y contentos. Primera necesidad traer leña del monte para el hogar. Mucho senderismo. Trillar con trillo en las cabañas y con los Lampres, cuando llovía coger caracoles blancos y muchas cosas más.

Pero lo más importante de mis recuerdos en el Santuario fue el siguiente: Estábamos por la plaza y me di cuenta que en la casa de Felisa Oliván en su patio había algo raro, mi impaciente curiosidad de niño me empujó para meterme en medio del corrillo.

Me costó mucho concentrarme y serenarme, nunca había visto nada igual, en una silla con asiento de anea, las patas y laterales redondos, una soga rodeaba la silla y en el centro un esqueleto humano. Cuando reaccioné preguntaba qué quién era, quién lo había enterrado, nadie contestaba, yo furioso cogí el plato que tenía en los pies con ceniza y salí a la plaza y ponernos a jugar al fútbol apareciendo Mosén Miguel con cara de pocos amigos para dar la señal de finalizar el partido y con voz autoritaria que no dijéramos nada de lo que habíamos visto, a mí me mandó a por la campanilla para tocar al Rosario. Pude enterarme que pensaban que era una pared maestra y al picar la pared se encontraron que era un hueco con tabiques”.

Transcripción del relato de Mariano Terraz con algunos detalles del caso

En la plaza que forman entre la iglesia y unas pocas casas rústicas varios niños juegan y las mujeres mientras charlan animadamente en corro, Mariano y su abuela vivían en la última casa, y en la que se alojaba Felisa Oliván, que hoy tiene el nº 8, mientras tanto operarios de la brigada del ayuntamiento hacen reformas en el patio y en lo que, por su espesor, suponen una pared maestra de la casa.

En cierto momento un revuelo hace que las mujeres dejen sus ocupaciones y los niños el juego, algo extraño ha aparecido en la casa donde están trabajando. Por el agujero de la pared todavía a medio derruir se puede ver una silla con alto respaldo y de palos torneados, sobre el asiento y también desperdigados por el suelo jirones de ropa y la osamenta de una persona que al parecer fue atada a la silla, ya que la soga que rodea el respaldo y parte del asiento así lo indica, a los pies de la silla un plato de cerámica profusamente decorado en tonos azules y conteniendo ceniza nos hace imaginar la combustión lenta de algunos tizones dejados allí, entre las dos paredes, instantes antes de terminar de cerrar el hueco  y que poco a poco consumirían el oxigeno de tan reducido espacio dando por fin muerte al reo.

Los últimos recuerdos de nuestro interlocutor sobre el caso son los de estar jugando en la plaza con el plato de cerámica aparecido como improvisada pelota hasta que se rompió en añicos y de Mosén Miguel Chacorrén, cura enérgico y autoritario, dando orden de a los operarios del ayuntamiento de terminar pronto con el trabajo y conminado a todos los presentes a guardar silencio sobre lo sucedido.

Tampoco sabemos con certeza cuál fue el destino de los restos, posiblemente enterrados en algún lugar en las inmediaciones del santuario y sin ningún signo aparente dado el interés del mosén en que el hecho no trascendiese.

Poco más hemos podido averiguar, incluso personas ligadas de una manera u otra al santuario desconocían el hecho y mostraban su extrañeza al conocerlo, así pues nuestro agradecimiento a, María Pallares ” Currilla”, Mariano Cerlanga, José María Lambea, Charo Berlín y a todos los que han colaborado para poder documentar este caso, especialmente a José Luis Pallarés que gustosamente accedió a nuestra petición de recrear el episodio en viñetas.

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